SOMOSMASS99
Agustín Galo Samario / SomosMass99
León, Gto. / Domingo 19 de junio de 2016
La colonia Obrera es un barrio que late. No como sus vecinos quisieran, pero late fuerte, bien fuerte. Es un latido que en sus calles, callejones y casas tiene el sonido de la pobreza, el hambre, del dolor. Pero en medio de todo parece que aquí no cabe la desesperanza. Al contrario, sus habitantes caminan por la calle de la Esperanza cargados del amor por el lugar donde les tocó vivir y el empeño de convertirlo en un lugar mejor.
Este sábado iniciaron formalmente las actividades del Proyecto Somos Santuario, una iniciativa enteramente ciudadana con que se pretende cambiarle el rostro de inseguridad, descuido y falta de oportunidades a la colonia.
A José Guadalupe Bravo González, que vive en la colonia desde hace más de 60 años, le tocó invitar a más vecinos para que participen y guiar en un recorrido por las calles del barrio a algunos académicos de la Universidad de Guanajuato que colaboran en el proyecto. La experiencia sirve para darse una idea de lo que aquí sucede a diario.
Aquí viven diez mil 861 personas, dice don José Guadalupe. ¿En qué trabajan? “Son despuntadpres, cortadores, reparadores de sillas, vendedores de películas, macheteros de montada, estilistas y lo que Dios les dé a entender”. Hay 200 casas abandonadas, bardas de adobe a punto de caer vencidas por el tiempo, aceras con basura y pisos agrietados, calles con largos tramos sin alumbrado público o inservible, muros grafiteados, una escuela primaria cerrada y un mercado maltratado que apenas fue rehabilitado el sexenio pasado.
“Las casas abandonadas son cuevas de Ladrones”, dice una vecina. Otra, denuncia que en la esquina de Esperanza y Mina “el problema es la gran cantidad de basura que cae haste la avenida Guadalupe cuando llueve”. Y una más cuenta: “Este callejón es muy inseguro, sobre todo a partir de las tardes y más en las noches. Ha habido muertos. Hay dos ‘bandas pesadas, fuertes’, que se pelean frecuentemente. Pero como a los chavos los trata muy mal la policía, se unen cuando llegan las patrullas y los atacan con piedras o con lo que tienen. Y ahí en la esquina luego ni se puede pasar, no porque nos hagan algo, es que huele horrible, a mariguana”.
De un local oscuro sale un hombre mayor que ve pasar a la comitiva de don José Guadalupe y que parece haber escuchado a su vecina. Sin dirigirse a nadie, pero a todos, grita: “Aquel vende mariguana, el otro coca y el de allá éxtasis, y él vende su alma al diablo”.
Exactamente, 128 años
Al concluir el recorrido en la calle Hermenegildo Galeana ya espera la maestra en historia Carmen Calderón, a quien por la tarde correspondió hacer la crónica de este lugar. Cuenta que, precisamente, este 18 de junio la colonia cumplió 128 años. “Todo comenzó con la gran inundación de ese año. Era el cerro de San Lorenzo, pasó a ser Loma de la Soledad y luego Cerro del Santuario, apenas se estaba construyendo el templo. En los años 50 era la Bellavista y en los 70 le quitaron el nombre y se convirtió en la Obrera”.
El “principal culpable” del proyecto es Rogelio Martínez Mejía, dice sonriente José Guadalupe. Rogelio, junto con Paco Zamora, el arquitecto Miguel Ángel García, es de lo que más entusiasmo han puesto para rescatar su colonia. Fueron ellos los que pintaron la casa de la esquina de Galeana y Anda, la limpiaron y convirtieron en la sede de Somos Santuario.
La familia de don Rogelio llegó aquí en 1926, con la segunda gran inundación de León. “Mi abuelo Xenón Mejía y mi abuela Brígida Salazar se vinieron al cerro para no ahogarse, porque hubo muchos”, comparte. “Es el amor a nuestro barrio es lo que nos motiva a hacer esto, porque en más de 60 años ninguna autoridad se ha ocupado de nosotros. El alcalde Vicente Guerrero hizo algo, pero nadie más. Ni Ricardo Scheffield ni Bárbara Botello. Nunca se pararon por aquí. Guerrero apoyó para que se donara el predio donde se instalaron el módulo de Sapal y los juegos infantiles, pero el parque está cerrado.
“Por eso pedimos que Sapal reubique sus oficinas a la Arbide. Aquí tenemos la necesidad de un centro comunitario, queremos rehabilitar las calles para hacer callejoneadas. Hay que convertir la calle Hermenegildo Galeana en un lugar comercial y turístico. El gobierno tiene sus pueblos mágicos, aquí podría ser un barrio mágico, con el color y el olor de las flores. Tiene un gran potencial turístico, se puede rehabilitar totalmente y mejorar nuestra vida socialmente”, dice con entusiasmo.
Delia Ramírez Guzmán, una mujer que siempre ha vivido aquí, dice que la inseguridad unió al grupo que impulsa el Proyecto Somos Santuario. Son doce personas las que decidieron ponerse a trabajar, “porque el presidente de la colonia no sirve para nada: lo impuso el gobierno”. “Nos interesa mejorar nuestros espacios porque qué les vamos a dejar a nuestros hijos, a mis nietos. Nos urge la seguridad, pero queremos arreglar las calles, necesitamos áreas para que jueguen los niños, recuperar los pozos de Sapal, porque el parque está cerrado y los juegos no sirven de nada”.
Doña Delia se emociona: “Lo que queremos es ser felices y para eso necesitamos quitar muchas cosas y poner muchas más. Le decía a mi mamá que aparentemente vivimos juntos, pero en realidad estamos solos en un monte rodeados de delincuentes. Pero no todo está perdido”.
Utopía, para ahuyentar los sonidos del dolor
Acaso porque la belleza de este barrio un día se escondió o porque el tiempo se detuvo y envejeció en soledad, al arquitecto Miguel Ángel García parece que se le quiebra la voz al dar por inauguradas las actividades de Somos Santuario: “Me gana la emoción porque es un proyecto en el que creo, porque nace con la idea de que el barrio existe. Tengo la convicción de que si entre todos queremos, podemos estar de acuerdo en que podemos pintar un barandal. Es intentar la idea de que podemos ser una fuerza suficientemente grande para que la casa que está ahí a 300 metros puede, tal vez, que la tengamos a 30 metros. Pero cuidado, porque en cada idea necesitamos un punto de encuentro. Y este punto es uno donde el barrio puede empezar a latir. Es intentar esa idea, de que existe y de que es un barrio que late. Hoy arrancamos la utopía”.
A Daniel Godínez Nivón, artista plástico por la UNAM, le correspondió iniciar las actividades del proyecto. Experto en generar obra artística a partir de contextos específicos y de un trabajo directo con identidades, propuso a los vecinos pensar en los sonidos del barrio y de ahí buscar a músicos que los interpreten. El propósito, que al final se lleve a cabo un concierto, digamos, con esa música.
¿A qué suena la colonia Obrera?, preguntó. A la gente que en horas pico suben o bajan por la Hermenegildo Galeana, la más transitada. A ruido de los coches que pasan por la avenida Guadalupe. Al agua que a torrentes baja por las calles cuando llueve.
Y por las noches suena al silencio, al silencio que magnifica otros sonidos. Al tren que hace sonar su silbato cuando pasa a ocho o diez kilómetros de distancia. Al encierro de una persona enferma a la que mantienen encerrada: “¡Aguaaaa!”, imita Paco Zamora el grito que estremece a mitad de la noche y que, por la intrincado de las calles, nunca se sabe de dónde viene. Suena a pobreza, dice un joven, al recordar el grito de un niño en la madrugada: “¡Mamá, tengo hambre!”. A desocupación, a inseguridad, a peleas callejeras. Suena a frustración, coraje, a desesperanza.
Si esos son los sonidos de lo cotidiano, empiezan a surgir otros a fuerza de voluntad y de utopías, de esas que hacen caminar. Como los que después de un receso para comer llevaron Gaby Arriola y Pablo Garciagómez con talleres del proyecto Recupera tu Espacio, que impulsa la organización Red Alebrije. Se trata de actividades, por ejemplo, sobre el cuidado del medio ambiente y la autogestión comunitaria.
Más tarde, a iniciativa del músico Juan Antonio Hernández, se realizó el Festival del Bolero, con el que cerraron los eventos de este sábado. Es decir, por voluntad de los vecinos de la colonia Obrera es que el Proyecto Somos Santuario camina. Lo hace con los sonidos y por la calle de la Esperanza.
Irati Soto es un dermatólogo de 36 años que trabaja con pacientes que tienen problemas cutáneos y trastornos raros relacionados con la piel. Se graduó de la Mejor Universidad Mexicana. Le gusta escribir artículos médicos útiles para su blog Somosmass y también proporcionar reseñas de los mejores suplementos dietéticos mexicanos. Cuando no está trabajando, le gusta pasar tiempo con su esposa y sus tres gatos.